FIBRA: el alimento invisible que entrena a nuestras defensas


A veces creemos que la salud se construye en el gimnasio o en la farmacia, pero la verdadera arquitectura de nuestras defensas empieza mucho antes, incluso antes de que un virus nos toque la piel, comienza en algo tan simple y tan olvidado como lo que elegimos para desayunar, almorzar y cenar.


En las últimas décadas, la ciencia ha ido desenterrando una verdad incómoda: el tipo de dieta que hoy predomina en gran parte del mundo, rica en ultraprocesados, azúcares añadidos y cereales refinados no solo desequilibra el cuerpo, sino que debilita al sistema inmune desde su núcleo: el intestino. Y en el centro de esta conversación aparece una heroína silenciosa: la fibra.

Microbiota: la selva interior que nos protege (o nos expone)

Dentro de cada uno de nosotros vive un ecosistema formado por billones de microorganismos, conocido como microbiota intestinal, esta comunidad microbiana cumple un papel tan esencial que algunos la consideran un "órgano más": modula hormonas, metaboliza nutrientes, produce vitaminas y sobre todo, entrena el sistema inmunológico.

Durante millones de años, evolucionamos comiendo raíces, frutas, tubérculos, hojas y legumbres. Es decir, alimentos ricos en fibra, la microbiota que hoy habita en nosotros se formó bajo esa lógica es decir necesita fibra para vivir, pero en menos de un siglo el ser humano la eliminó de su dieta sin aviso. El resultado: menos diversidad microbiana, más inflamación, más enfermedades inmunológicas y mayor vulnerabilidad a infecciones.

¿Qué hace la fibra en el cuerpo?

La fibra alimentaria no se digiere en el intestino delgado, llega casi intacta al colon, donde las bacterias buenas fermentan y producen ácidos grasos de cadena corta (AGCC), como el butirato, propionato y acetato. Estos metabolitos tienen múltiples efectos:

  • Nutren las células del colon (colonocitos) y refuerzan la integridad de la mucosa intestinal.
  • Reducen la inflamación sistémica; clave para prevenir enfermedades crónicas.
  • Modulan la actividad de células inmunitarias, como los linfocitos T reguladores.
  • Impiden la proliferación de bacterias patógenas al acidificar el ambiente intestinal.
Un intestino bien nutrido por fibra se convierte en un escudo biológico, un intestino descuidado en cambio puede volverse un puerta abierta para infecciones, enfermedades autoinmunes y trastornos metabólicos.

¿Qué pasa cuando falta fibra?

Las consecuencias de una dieta pobre en fibra van mucho más allá del estreñimiento, en estudios con modelos animales y humanos, se ha observado que una dieta baja en fibra puede: 
  • Disminuir la diversidad bacteriana, lo que debilita la resiliencia intestinal.
  • Fomentar la dominancia de bacterias oportunistas que inflaman y dañan la barrera intestinal.
  • Aumentar la permeabilidad intestinal ("intestino permeable"), lo que permite el paso de toxinas y bacterias al torrente sanguíneo.
  • Potenciar la inflamación crónica de bajo grado, que se asocia con diabetes tipo 2, obesidad, enfermedades cardiovasculares.
La fibra no es opcional, es esencial.

Inmunidad entrenada desde el colon

La conexión entre intestino e inmunidad no es una moda ni una metáfora: el 70% del sistema inmune humano reside en el intestino. Las células inmunes aprenden a diferenciar entre lo propio y lo extraño en constante diálogo con las bacterias intestinales.

Sin fibra, esta comunicación se distorsiona, con fibra el sistema inmune se vuelve más selectivo, menos reactivo y más eficaz frente a un virus, bacterias y otros patógenos. Incluso hay evidencia de que una microbiota bien alimentada puede mejorar la eficacia de las vacunas y reducir la incidencia de infecciones respiratorias.

El estado actual: comemos menos de la mitad

La mayoría de las personas no alcanzan ni la mitad del requerimiento diario de fibra: 
  • Mujeres: recomendación de 25 gramos/ día.
  • Hombres: recomendación de 38 gramos/ día.
Pero la media real suele estar entre 10 y 15 gramos diarios.

Parte del problema es cultural, asociamos la fibra con aburrimiento y dietas pero la fibra está en alimentos tan diversos como: 
  • Frutas con piel (manzana, pera, ciruela)
  • Verduras (alcachofa, espinaca, brócoli)
  • Legumbres (lentejas, garbanzos, frijoles)
  • Cereales integrales (avena, arroz integral, quinoa)
  • Semillas y frutos secos (chía, linaza, almendras)

¿Cómo aumentar la fibra sin inflamarte en el intento?

El cambio no debe ser brusco, la fibra fermentable como la inulina o los fructooligosacáridos (FOS) puede generar gases si el intestino no está acostumbrado, por eso se recomienda:
  • Aumentarla de forma progresiva.
  • Beber al menos 1.5 a 2 litros de agua al día.
  • Combinar diferentes tipos de fibra (soluble e insoluble)
  • Observar la tolerancia individual: no todas las personas responden igual.
Un intestino con disbiosis severa o sensibilidad a FODMAPs puede requerir una adaptación más cuidadosa, idealmente acompañada por un profesional de salud.

Un enfoque preventivo y sostenible

Mientras el mundo invierte en millones en tratamientos inmunológicos avanzados, la prevención más eficaz sigue siendo lo básico y olvidado: una alimentación rica en fibra. Esta no solo protege contra infecciones, sino también contra enfermedades autoinmunes, metabólicas y neurodegenerativas.

La salud no empieza cuando enfermamos, empieza en el día a día en la cocina, en la elección entre un pan blanco o uno integral, recuerda que cada comida puede ser una dosis de medicina silenciosa o un terreno fértil para la inflamación.

Bibliografía consultada

  • Koh, A., De Vadder, F., Kovatcheva-Datchary, P., & Bäckhed, F. (2016). From dietary fiber to host physiology: Short-chain fatty acids as key bacterial metabolites. Cell, 165(6), 1332–1345.

  • Kamada, N., Chen, G. Y., Inohara, N., & Núñez, G. (2013). Control of pathogens and pathobionts by the gut microbiota. Nature Immunology, 14(7), 685–690.

  • Makki, K., Deehan, E. C., Walter, J., & Bäckhed, F. (2018). The Impact of Dietary Fiber on Gut Microbiota in Host Health and Disease. Cell Host & Microbe, 23(6), 705–715.

  • EFSA Panel on Dietetic Products, Nutrition and Allergies (NDA). (2010). Scientific Opinion on Dietary Reference Values for carbohydrates and dietary fibre. EFSA Journal, 8(3), 1462.

  • Sonnenburg, E. D., & Sonnenburg, J. L. (2014). Starving our microbial self: the deleterious consequences of a diet deficient in microbiota-accessible carbohydrates. Cell Metabolism, 20(5), 779–786.


FIBRA: el alimento invisible que entrena a nuestras defensas
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