La pregunta parecía sencilla, pero en realidad esconde décadas de controversia, desinformación y silencios estratégicos, porque hablar de alimentos transgénicos es tocar una fibra sensible en la sociedad actual. Y curiosamente, los tomates suelen estar en el centro de ese debate.
Como nutricionista, he aprendido a desconfiar de las respuestas absolutas, lo que si tengo claro es que para responder con criterio, primero hay que entender: ¿Qué es realmente un alimento transgénico? ¿Por qué genera tanto rechazo? ¿ Y qué tan fundadas están nuestras sospechas?
Más allá del miedo: ¿Qué es un transgénico?
Cuando hablamos de alimentos transgénicos, nos referimos a aquellos que han sido modificados genéticamente mediante técnicas de ingeniería para insertar uno o más genes de otra especie. ¿Con qué fin? Generalmente, para hacerlos más resistentes a plagas, tolerantes a herbicidas, más productivos o más nutritivos.
Este proceso no ocurre de forma espontánea, es un trabajo de laboratorio que requiere precisión, pruebas y seguimiento, sin embargo la idea de "modificar el ADN" de los alimentos despierta una desconfianza casi visceral.
Paradójicamente, la mayoría de alimentos que consumimos hoy no son "naturales" en sentido estricto. El trigo, el maíz, las zanahorias, el plátano: todos han sido modificados por el ser humano a lo largo de siglos mediante selección artificial y cruces tradicionales. Pero esos cambios no nos alarman porque no incluyen palabras como "genes", "laboratorio" o "ADN".
Entonces, ¿por qué el rechazo a los transgénicos?
El tomate como símbolo del miedo y la ignorancia
De todos los alimentos transgénicos, el tomate es probablemente el más mencionado, durante años ha circulado la idea de que "el tomate ya no sabe a nada porque es transgénico". Sin embargo, el primer tomate transgénico autorizado para consumo humano (el Flvr Savr) fue retirado del mercado en los años 90. Hoy en día, la mayoría de tomates que se comercializan no son transgénicos, sino híbridos seleccionados por otras vías.
¿Entonces el sabor perdido tiene que ver con los genes?
Sí, pero no necesariamente con la transgénesis se debe a una mejora genética orientada a la resistencia y al transporte, que dejó el sabor en segundo plano y eso puede ocurrir con o sin manipulación directa del ADN.
En realidad, los cultivos transgénicos más extendidos a nivel mundial son la soja, el maíz, el algodón y la canola. En países como Estados Unidos, Brasil y Argentina, gran parte de la soya utilizada en alimentos ultraprocesados (incluidos productos de origen vegetal) proviene de variedades modificadas para resistir plaguicidas. Sin embargo, pocos consumidores lo saben la desconexión entre lo que comemos y lo que creemos comer es parte del problema.
¿Dónde está el riesgo real?
Desde el punto de vista científico, los alimentos transgénicos aprobados han pasado por más controles de seguridad que muchos productos convencionales, tampoco existe evidencia concluyente que los relacione con daños directos a la salud humana.
Organismos como la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), la OMS y la FAO han respaldado su seguridad, siempre que sean evaluados caso por caso.
Entonces, ¿por qué siguen generando debate?
Porque el verdadero problema de los transgénicos no es solamente biológico, sino económico, ambiental y ético:
- Dependencia de semillas controladas por grandes corporaciones.
- Pérdida de biodiversidad agrícola.
- Falta de etiquetado claro, que impide decisiones informadas.
